febrero 07, 2010

Spettro spettrali

Tengo que encontrar el punto final de este viejo cuento. He descubierto que ya no depende de ti. Sintomatología destructiva: este dolor empieza a doler al interior de mis venas. Retumba ya en los órganos y desgasta la materia gris. Un espectro fantasmal se levanta conmigo cada mañana y me sigue los pasos. Ha penetrado las nimiedades de las horas y me hostiga en los minutos más íntimos. Camina y come conmigo. Viene tan de cerca que comienza a pegarse en mi piel. Le cargo los huesos. Se enreda por mi cuerpo comenzando a treparme desde las piernas. Caen detrás de mí las costras de su negrura embarrada en mis cabellos. Hasta ahora le he consentido cada movimiento, atónita lo contemplo merodeando mi cama y los sueños que sueño cuando no me sisa el sueño. Incluso las cosas que toco comienzan a estar plagadas de su presencia. Por las noches siento cómo se desliza por debajo de la puerta y lo adivino escurriéndose hasta mis sábanas para robarse su olor. Me muerde las ganas. Agota. Agobia. Absorbe. Vencida -a veces- por las largas horas de vigilia, resuelvo entregarme a sus brazos pero, apenas siento su aliento zafo violentamente mi cuerpo y le vuelvo la espalda, aun a sabiendas de que para cuando abra los ojos ya estará nuevamente frente a mí, tocándome con la punta de la lengua la barbilla. Y bailamos la danza de las espadas. Cada vez que se acerca quema. Eriza mi piel. Un sudor escalofriante me invade. Trasboco.


Los momentos del pasado afloran poco a poco. Luego se marchitan las esperanzas de que desaparezca. Me castiga con sus vueltas. Inviste incluso mi sombra y de pronto se oculta en su anonimato mas, cuando empiezo a sentir la paz de su ausencia acaricia perversamente mi cabello. Restriega su figura contra mi cuerpo y me siento inmensamente desolada. El espacio se reduce y se reduce. El vacío va en aumento y cuando caigo en cuenta es casi preciso que esté sobre mí porque falta el aire y el pecho se comprime. Asfixia. Dolor. Miedo. Él espectro poseyéndome con enorme disfrute. Trasboco. Me arrastra hasta el reino de la angustia, se pasea -ceñido a mí- entre largos y fríos pabellones. Me mira con lascivia en los ojos. Sé que me desea y me repugna su mirada y la idea. Grito. Grito cada vez más fuerte y mi grito se ahoga entre las risotadas que lanza y resuenan vehementes entre tanto y tanto silencio. Resido envuelta en sus alas oscuras. Enredada en las túnicas que disfrazan su maleficencia. Hastiada de su hedor y el timbre grave de su voz. Prisionera de su arrogancia y sus caprichos. Al borde de la insensatez. Aletargada. Entumecida. Aterida. Con la consciencia amoratada a causa de los repetidos golpes certeramente atestados. Ahora como último intento busco, inclusive entre arcadas y mi propio vómito el punto que consume esta rancia historia. Lo sé, ya no depende de ti pero… el espectro llegó y creció contigo.


Trasboco.


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