julio 17, 2009

Una sombra persistente

Y aparece de pronto como en un remolino, como arrastrado por los vientos o impulsado por las olas lascivas; cae del pedestal y se rompe en más de mil pedazos, se fragmenta, pierde en un parpadeo la totalidad que lo compone, se deshace en ese segundo rapaz de las dos palabras que le delinea el rostro y las manos. Con la brutalidad del golpe pierde las piernas, se fractura los tobillos y yace de rodillas, casi, implorando perdón por los más de siete pecados cometidos sin ayuda de las fuerzas malignas, que -dicen- abrasan su alma, y la rebasan. Comenzó como una repentina y fugaz comezón, ahora es una picazón insoportable que le ha dejado imborrables huellas de rasguños en el torso y la espalda. Está desfigurado, oculto detrás de la ventana, espiando desde los rincones, pues, pese a su desfragmentación se reusa a perderse de los insuperables momentos que están resguardados tras las paredes de la habitación. Es un espía encubierto, un pobre diablo que deshaciéndose de lo que se ha hecho, se empeña en desgarrarse la piel por retratar y resguardar en su memoria, una imagen, una sola imagen. Busca el modo de permearse por los resquicios de la puerta, mira con atención por el picaporte, con las ganas envolviéndole el cuello hasta asfixiarle... intenta, se debate, con la intención de capturar la imagen taladrante que cimbre sus entrañas, esa que haga bombear su sangre y le devuelva la vida para poder morir... sí, desea vehemente recobrar la vida que le ha sido negada para quitársela con el placer de la muerte. Los frutos de su propio 'jardín de las delicias' no se han agotado pero, ya no es capaz de cosechar. No, no es que la pasión ya no incendie su venas o consuma con el fuego su lengua; no, no es eso, simplemente la locura le invadió la cabeza y el cuerpo, y sabe por primera y diez milésima vez, que en esta ocasión, no es transitoria.

julio 08, 2009

PaNoRaMa


Que si esta pluma no se cansa,
te seguirá escribiendo, casi, como si te recordara...

Otra vez ha llegado el otoño, la ciudad, esta ciudad "tan bella como cualquiera" una vez más se ha teñido gris y lluvia; las calles han vuelto a estar frías y desoladas... pero cuánto ha crecido, cada vez hay más negocios, calles y avenidas repavimentadas y uno que otro lugarcito para atraer al turismo; hoy levantan un edificio aquí, mañana se inventan una enorme construcción allá, luego desaparecen los árboles de algún parque, cambian la apariencia de esa plaza y derrumban aquella casucha vieja para poner en su lugar, un espectacular museo que resguarde la 'creatividad' e 'inventiva' de tanta modernidad. Seguro que ya no reconocerías esta ciudad, ha dejado de ser la que era el verano que te fuiste. Se han encargado de destruir los vestigios de las callejuelas y esquinas que por tantas y largas noches te cobijaron. Decidieron así como así, deshacerse de nuestros lugares favoritos, de los escondites y los breves espacios donde solíamos derrocharnos. Mucho me temo que no han pensado que existen amantes que conservan dulces recuerdos de maravillosos momentos en esos 'anticuados' rincones. No, Toluca, la Bella, no es lo que fuimos ni será lo que nunca seremos. Se ha difuminado con el pasar de los otoños, primaveras e inviernos, la imagen que teníamos de nuestra ciudad que era al mismo tiempo, nuestra casa, nuestro planeta y nuestra galaxia entera. Hay tantas carreteras y distribuidores viales, tantas opciones para evitar el tráfico a las horas pico, para llegar al Distrito Federal en 45 minutos, y viajar al resto del país desde el nuevo y fabuloso puerto aéreo, que nadie puede atreverse a decir que Toluca no es más que un 'pueblo bicicletero'. Vaya... cómo ha pasado el tiempo, cuántos veranos desde que te perdí irremediablemente. Cómo se han caído los días, cómo se nos han muerto los momentos de insaciable pasión... ¿cómo es que no estás aquí?

Y mientras la ciudad se encarga de restregarme el pasar de los años, yo me entrego a la tarea de seguir viviendo, y voy andando, andando y amando, amando. Camino las calles de antaño, volviéndome a mirar los aparadores, comprando cigarrillos en cualquier tiendita, desgastando mis pasos entre la gente y los días, que se suceden con tal rapidez que ya he perdido la cuenta de las pisadas que nos separan.

Para: Helena de mi antigua ciudad

julio 02, 2009

Estío


Y se les apareció el verano, como si en un parpadeo hubiera atravesado la calle o doblado la esquina con desaire. Y en esos días de opacidad celeste entre Ella y L la luz ilumina lo suficiente y el fuego calienta sin quemar. El tiempo sigue tan loco y enamorado como desde el invierno pasado... y se les escapan las horas entre besos y caricias tersas, entre sábanas y el lenguaje mudo de sus cuerpos a veces desnudos, pero siempre ansiosos de sentirse. Se presentó el estío, tocando suavemente a su puerta y estrellándose en pequeñas gotas de lluvia en la ventana de L; llegó a reducir con sus días grises los abismales tres pasos de distancia entre sus espaldas.

Toluca, la Bella, se volvió en Toluca, la gris y les llueven eternos instantes, eternos que viven en ese momento y les pertenecen por siempre. El sol sale -a veces- y sus besos entran por el ventanal, fragmentados en cientos de partículas luminosas que acarician a L desde muy temprano y le acompañan hasta que la oscuridad limita sus pasos sin apaciguar sus ganas.

Les ha llegado la época de ambrosía y con ella, los amaneceres febriles, las noches idílicas, los aguaceros y los cielos teñidos de azul grisáceo que atestiguan la esencia de su presencia etérea y definitiva en la cama, entre cuatro paredes y en el cosmos.