julio 08, 2009

PaNoRaMa


Que si esta pluma no se cansa,
te seguirá escribiendo, casi, como si te recordara...

Otra vez ha llegado el otoño, la ciudad, esta ciudad "tan bella como cualquiera" una vez más se ha teñido gris y lluvia; las calles han vuelto a estar frías y desoladas... pero cuánto ha crecido, cada vez hay más negocios, calles y avenidas repavimentadas y uno que otro lugarcito para atraer al turismo; hoy levantan un edificio aquí, mañana se inventan una enorme construcción allá, luego desaparecen los árboles de algún parque, cambian la apariencia de esa plaza y derrumban aquella casucha vieja para poner en su lugar, un espectacular museo que resguarde la 'creatividad' e 'inventiva' de tanta modernidad. Seguro que ya no reconocerías esta ciudad, ha dejado de ser la que era el verano que te fuiste. Se han encargado de destruir los vestigios de las callejuelas y esquinas que por tantas y largas noches te cobijaron. Decidieron así como así, deshacerse de nuestros lugares favoritos, de los escondites y los breves espacios donde solíamos derrocharnos. Mucho me temo que no han pensado que existen amantes que conservan dulces recuerdos de maravillosos momentos en esos 'anticuados' rincones. No, Toluca, la Bella, no es lo que fuimos ni será lo que nunca seremos. Se ha difuminado con el pasar de los otoños, primaveras e inviernos, la imagen que teníamos de nuestra ciudad que era al mismo tiempo, nuestra casa, nuestro planeta y nuestra galaxia entera. Hay tantas carreteras y distribuidores viales, tantas opciones para evitar el tráfico a las horas pico, para llegar al Distrito Federal en 45 minutos, y viajar al resto del país desde el nuevo y fabuloso puerto aéreo, que nadie puede atreverse a decir que Toluca no es más que un 'pueblo bicicletero'. Vaya... cómo ha pasado el tiempo, cuántos veranos desde que te perdí irremediablemente. Cómo se han caído los días, cómo se nos han muerto los momentos de insaciable pasión... ¿cómo es que no estás aquí?

Y mientras la ciudad se encarga de restregarme el pasar de los años, yo me entrego a la tarea de seguir viviendo, y voy andando, andando y amando, amando. Camino las calles de antaño, volviéndome a mirar los aparadores, comprando cigarrillos en cualquier tiendita, desgastando mis pasos entre la gente y los días, que se suceden con tal rapidez que ya he perdido la cuenta de las pisadas que nos separan.

Para: Helena de mi antigua ciudad

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