julio 02, 2009

Estío


Y se les apareció el verano, como si en un parpadeo hubiera atravesado la calle o doblado la esquina con desaire. Y en esos días de opacidad celeste entre Ella y L la luz ilumina lo suficiente y el fuego calienta sin quemar. El tiempo sigue tan loco y enamorado como desde el invierno pasado... y se les escapan las horas entre besos y caricias tersas, entre sábanas y el lenguaje mudo de sus cuerpos a veces desnudos, pero siempre ansiosos de sentirse. Se presentó el estío, tocando suavemente a su puerta y estrellándose en pequeñas gotas de lluvia en la ventana de L; llegó a reducir con sus días grises los abismales tres pasos de distancia entre sus espaldas.

Toluca, la Bella, se volvió en Toluca, la gris y les llueven eternos instantes, eternos que viven en ese momento y les pertenecen por siempre. El sol sale -a veces- y sus besos entran por el ventanal, fragmentados en cientos de partículas luminosas que acarician a L desde muy temprano y le acompañan hasta que la oscuridad limita sus pasos sin apaciguar sus ganas.

Les ha llegado la época de ambrosía y con ella, los amaneceres febriles, las noches idílicas, los aguaceros y los cielos teñidos de azul grisáceo que atestiguan la esencia de su presencia etérea y definitiva en la cama, entre cuatro paredes y en el cosmos.

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