noviembre 29, 2009

Confesiones precipitadas

El romanticismo empolvado -cubierto por los años- y traspapelado -por un incidental olvido- resurge al compás de los tonos suaves y delicados de las canciones propias de las horas en duermevela. Se cuela inicialmente por los quicios de la noche y la luz lunar, poco después se escurre por las grietas de la cama -pese a la reciente reparación- y se desliza altivo bajo la puerta hasta instaurarse en las palmas de mis manos, a tal punto que puedo moldearlo, juguetear con él: fragmentarlo y desfragmentarlo, atinándole a la forma que mis antojos convengan...

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