octubre 18, 2009

Otro más

(Foto: R. Ayala. Toluca, México )

Este va para conmemorar mi décimo primer aniversario en Toluca, la Bella, la Gris:

Por el barrio de la Merced...

andaba el andariego, caminando entre las calles y los estrechos y solitarios callejones, mirando de frente a los transeúntes que pasan a su lado, alejándose la mayor distancia posible como si temieran que aquel hombre viejo, andrajoso y solitario, fuera a contagiarlos de una lepra incurable. Él, les devolvía el gesto discriminatorio con una sonrisa, incluso con un 'buenos días', 'buenas tardes' o 'buenas noches' según la hora en la que tuvieran lugar los encuentros. El hombre, el viejo, el andariego comprendía algo que ellos, los otros, no; se alegraba de su incapacidad para darse cuenta que él, al contrario del resto de los hombres, tenía por patria la ciudad, esa 'ciudad tan bella como cualquiera'. Y así andaba el hombre, el viejo, caminando a pasos lentos cada camino, cada pasaje y corredor, a sol y sombra, deteniéndose a mirar los aparadores de las tiendas y zapaterías (sin desear eso que no tenía), contemplando las plazas, parques y monumentos de aquella urbe, dialogando con la gente que se cruzaba en su camino, incluso, aunque esa gente, 'la otra gente', no supiera que esas conversaciones iniciaban al momento de encontrarse y finalizaban una vez que superaban al hombre tres o cinco pasos.

Un trotaciudades, el trotamundos de los mundos de su ciudad, siempre con hambre, siempre con frío; andando sobre sus pies se desplazaba desde la cabeza de Adolfo hasta el monumento a Zapata, desde el paseo Colón hasta el colofón de las callejuelas del cerro de la Teresona; pero cada noche volvía cansado a su barrio, al barrio de la Merced, que tanto lo estremecía, volvía cansado, sucio y hambriento, andando lento pero contento, como si alguien lo esperara de vuelta en casa, o le hubiera ya calentado la cama. Cada vez que caía lo noche él estaba de vuelta, puntualmente retrasado, y se sentaba en el atrio de su iglesia o en las bancas de su plaza a observar la parsimoniosa agonía de la ciudad, su ciudad que era a un tiempo su casa, su patria y su galaxia entera.

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