octubre 20, 2009

Nauseabundo olor a mar


Ininteligible: nauseabundo olor a mar.

Ganas insoportables de vomitar, todo y la sangre que se agolpa en los intestinos: grueso y delgado llenos de un narcótico salino que no puede ser disuelto por las aguas agitadas de la locura y la liviandad. Gotas ácidas desintegrando los espejos de la dicha viva en aquellas horas ya muertas a manos de los incesantes minutos que se suceden y los que viene detrás.

Nubarrones sobre la cama y debajo del sol. Las venas de pies y manos hinchándose y rompiendo las capas epiteliales, dejando escapar ese nauseabundo olor a mar que revienta en las paredes del cuarto y la casa, impregnando los rincones con una pestilencia dulzona que provoca el trasboco de los huéspedes internos del cuerpo... explosión de vísceras y entrañas, conductos sanguíneos anegados del veneno vil cargado de sal; ojos aguados, puños crispados, ganas de soledad.

Visos de angustia dolorosa, ésa que no se mengua ni entre las viejas cosas resguardas en la memoria ni entre copas y copas. Se escurre el alma por los orificios mórbidos del cuerpo: fauses nasales y boca sin remedio dejan escapar el antídoto contra la irreverente demencia que todo lo invade. Se queda entonces la masa corporea sin amparo y se deja morir sin replicas escuchando a lo lejos el repique de doradas campanas...

¡Puta madre!

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